miércoles, 30 de junio de 2010

Euforia mundialista = ¿diagnostico nacional?


En la actualidad se esta desarrollando uno de esos eventos “deportivos” importantes para la civilización humana; quizá el más importante, esto con el infaltable toque mercadológico propio de la modernidad, que por alrededor de un mes, detiene casi toda la cotidianidad del mundo, o al menos en sociedades como la guatemalteca, sirve para alivianar la dura realidad, de esa historia que en lugar de cuento de hadas, es casi una pesadilla, pero que se sobrelleva con el entusiasmo y chispa del Guatemalteco.

Durante 90 minutos 22 hombres disputarán la “gloria” de asestar una anotación en el marco contrario. Sin embargo esa demostración de capacidad atlética se convierte en un fenómeno de proporciones inimaginables, considerando que sea cual sea el escenario y sin importar religión, sexo, creencia política o condiciones económicas es sintonizado por cualquier medio, la proyección de ese partido tan anhelado como esperado. Durante esos 90 minutos (más el tiempo de reposición) cualquier “ciudadano del mundo” adoptara los colores nacionales del país por el cual sienta una simpatía extra, en el caso de que la nación propia no haya asistido.
Como bien sabemos existen naciones de primero mundo, y del tercero…(o según una nomenclatura más diplomática….países en vías de desarrollo). Los del primer mundo son aquellos que en términos futbolísticos, poseen un juego de “nivel”, de categoría y que deleita a los fanáticos; los del tercer mundo en cambio, son aquellos con un futbol pobre, que muy difícilmente se rankean entre los primeros 20 de la FIFA ( el ranking oficial).

Dejando de lado terminología técnica, deleite de aquellos expertos en la doctrina del futbol, nos encontramos con fenómenos sociales que trascienden esos 5400 segundos de juego. La euforia y el entusiasmo que destilan los poros de los aficionados, que no importa si es en el trabajo, en el tráfico o en su casa, viven apasionadamente las “jugadas” y las anotaciones de sus equipos. Sin embargo ocurre algo sumamente interesante, y es el “seudo” nacionalismo extranjero que se vive. Ya sea por elementos tácticos (nivel de juego, condiciones del equipo, o fama de algunos jugadores), existen personas que entablan nexos bastante “cercanos” con su “selección favorita”.

Para el caso Guatemalteco no es la excepción, ver a fanáticos desmesurados portar con orgullo y gallardía los colores de una nación a la que rara vez han visitado y que en la mayoría de ocasiones no saben nada acerca del acerbo cultural de dicho país, o que en las peores situaciones no conocen ni su ubicación geográfica, es algo bastante “normal”. Sin embargo sean con posters, camisolas, stickers, o con banderolas que flamean elegantemente de sus vehículos denotan su amor por la camisola o por el país de los cuales son seguidores.

Sin conocer elementos que trascienden la vida de esas naciones, y lamentablemente, sin conocer las propias, enarbolan colores patrios ajenos, sin apreciar los propios. Son como esos niños que desean algo más de lo que tienen. No es un secreto que el futbol Guatemalteco carezca de técnicas, eficacia, trabajo en equipo o elegancia; y que esto a su vez sea productos de una conjugación de elementos, salvo algunos ejemplos rescatables. Pero si da indicios de los males que aqueja a nuestra sociedad, entendido como un tejido social integral, que a pesar de algunos intentos, no se ha podido consolidar, y que un poco más que trillados subyacen bajo la cotidianidad de la vida del Guatemalteco de “a pie”, del de la calle, del panadero, del oficinista o del niño entusiasta que sueña con que la ALBICELESTE NACIONAL, llegue al mundial. Y me refiero a la albiceleste GUATEMALTECA.
Sin embargo siempre existen “pinceladas” de la idiosincrasia Guatemalteca, como ese anuncio de “producto nacional”, que muestra las hazañas de un zapatero Guatemalteco en el mundial, pero que son elementos fugaces de esa identidad que nos hace falta, y que de manera frustrada envidiamos de otras naciones. Será acaso que no se puede construir una identidad nacional, no solo futbolística, para lo que hace falta una buena escuela; sino identidad en todo la extensión de la palabra, que abarque elementos sociales, culturales o étnicos; es decir en una sola palabra …NACIONALES?

Existe también quién argumente en cuanto a la simpatía que debiera existir como región, como hemisferio o como continente, acerca de cuales serían las selecciones a las cuales se tendría que “apoyar”, según nuestra ubicación geográfica; sin embargo esto trastoca elementos psicológicos que no se pueden homogenizar. Ahora el elemento clave en estas líneas es dilucidar el balance final de elementos “nacionalistas”. No se afirma que este “mal” apoyar a una nación extranjera, pero que si es necesario consolidar una identidad propia, que ante fenómenos de gran envergadura, como la copa del mundo, nos muestre los harapos culturales de los cuales somos poseedores. Y esto viene a colación no solamente en el ámbito futbolístico, que como se mencionaba antes, no podemos ocultar nuestras carencias, sino de ese orgullo que es transversal en diferentes aspectos, y que aportaría mucho a la consolidación de una verdadera nación.

Los minutos seguirán corriendo, y este tan anhelado como sorpresivo mundial, habrá de llegar a su final. Volviendo para nuestro caso, a la rutina y dura realidad de situaciones de zozobra que dejan mostrar la más cruel de sus caras, en nuestra situación actual. Esperanzados en que desde el primer segundo terminado el mundial, nuestra selección cuente con algo más que técnica (un poco de suerte) para asistir a la cita mundialista dentro de 4 años.
Al final de cuentas, un mundial más o un mundial menos, terminará con la “plaga” de colores que se han observado en Guatemala, y que como es de esperarse, luego del campeonato, ninguna bandera extrajera se volverá a ver recorriendo las calles de nuestra ciudad, sino hasta dentro de mucho tiempo, cuando la contienda futbolística se renueve.

¿Es acaso la superflua pero tangible euforia mundialista, un sencillo pero palpable diagnostico de nuestro elemento nacionalista (si es que existe uno), o es tan solo parte de esa fiebre colectiva de la cual el mundo es cautivo a lo largo de un mes?
Palabras más o palabras menos se escribirán entorno a este tema, por algunos o por ningunos, sin embargo no es algo que no se perciba, que no se sienta, que no se respire en este campeonato, y es que los Guatemaltecos siguen soñando con una nación extranjera, sea por fugaces lapsos de tiempo, o como un grito desesperado para que las cosas cambien en nuestro país.