domingo, 1 de mayo de 2011

Las luchas infantiloides por una revolución

Nuevamente el calendario, caprichoso y soberbio, ha marcado un primero de mayo. Día en que se conmemora las gestas heroicas de la historia en donde trabajadoras y trabajadores ofrendaron algo más que sus vidas para la dignificación de la clase obrera.
Aunque en los anales de la historia se registran de manera secuencial aquellas fechas que han quedaron en la memoria del colectivo –a veces inconsciente- para que más allá de la mera carga simbólica que conlleva cada caminata anual, se concretice y materialice en la lucha constante de la clase obrera, en búsqueda de su cohesión y activación en pro de los objetivos y principios que se mantiene, que en países como el nuestro parecen arrogantes dueños y señores de la desgracia cotidiana.
Nuevamente las hordas laboristas proclamaban a los cuatro vientos y hasta el mismo cielo, las consignas añejadas y aprendidas de las gestas revolucionarias de antaño. Grupos de mujeres, hombres y niños demostraban una vez más que la lacerada y casi sangrante –en sentido metafórico-clase obrera, aún cuenta con una vanguardia, compuesta por tan diversos como dinasauricos líderes y dirigentes.
Luego de muchas experiencias vividas, las marchas conmemorativas en nuestro país, tales como la del 1ro de mayo, se han vuelto en meros ritos cuasi litúrgicos, en donde las bases demuestra, en su mayoría, el desgaste histórico de una lucha que ha rendido pocos resultados para la emancipación de este sector social, que baste mencionar es el mayoritario pero el más expoliado, demostrando una vez más la ironía de la vida y sus vueltas caprichosas.
La historia es un proceso y un proceso de lucha, pero la lucha al igual que todo en este mundo ha de sufrir mutaciones, un proceso continuo de reacomodamiento, en pocas palabras de evolución. Pude ser testigo de un evento que no ha demostrado ser capaz de reinventarse, por muchos motivos y múltiples factores. Sin embargo creo que sostener la parafernalia de ilusiones y cúmulo de utopías no es válido ni justo para la misma clase obrera que en búsqueda de su reivindicación ha caído en una auto-enajenación cuya principal consigan era precisamente lo contario. Como soldamos de plomo, o filas militares, marchaban las personas, repitiendo consignas y levantando pancartas, de manera autómata y poco motivada, a excepción de dos o tres bloques que presentaron bases exacerbadas en sus ideales reaccionarios, la demás masa del pueblo caminaba hacia el embrutecimiento cotidiano de “marchar por conmemoración”.
Muchas son las luchas y diversas las trincheras, pero cada lucha debe estar pensada, dirigida y planificada para objetivos reales, que aunque se alejan de las consignas poéticas se traduzcan en hechos concretos y no en triviales quimeras de subasta.
Las plataformas políticas del país, han carecido de ofrecer opciones puntuales a sectores que conforman esta convulsa sociedad, y mucho menos han sido capaces de elaborar cronogramas que observen las problemáticas nacionales con sus múltiples aristas. Sin embargo y debido a la coyuntura electoral que nos acontece, el problema no es solo de los “otros”, sino de cada uno, por la irresponsabilidad de “dejar hacer, dejar pasar”, a cuanto aspirante a político se le ocurre.
La manifestación del primero de mayo, no puede carecer de aquellos errores reticentes de los cuales ha sido victima, y aunque el objetivo no es “negativizar” las manifestaciones populares-situación que en muchos casos lo logran hacer solas- si es necesario comprender algunas de las debilidades de las mismas.
El vandalismo presente nuevamente como una forma reprimida y frustrada de generar “cambios”, o al menos de hacer valer un sentimiento “anti-sistémico”; esos que muchas veces rozan con la infantiloide creencia de generar una revolución en medio de la nada, continúan engendrándose dentro de la esquemática receta del pasado.
Muchos de ellos respondían “las calles son del pueblo”, y efectivamente son del pueblo, pero se les olvida un pequeño e importante detalle…son de TODO EL PUEBLO. Y no solo de aquellos que han creído encontrar la luz de la emancipación intelectual y reaccionaria.
Bajo la consigna trillada y algunos otros ejemplos del hemisferio, se han tomada la tarea de divulgar “mensajes” carentes de más contenido que el de las vulgaridades y escazas consignas profundas, sesudas y revolucionarias. Y peor aún, con la arrogante creencia de que así cambiaran las cosas, no dudan en defender a toda costa el “derecho” de pintarrajear creyéndose Picasso y Rembrandt las paredes, portones, puertas y banquetas de cualquier lugar en donde la “revolución del pueblo” llama a cumplir con el deber revolucionario.
No debemos olvidar la “grave” ofensa que para estos personajes significa “criminalizar” las marchas, la pregunta clave es ¿Por qué será? No habrá de alguien que comparta esas someras manifestaciones de fervor revolucionario –o más bien reaccionario- y aunque siempre las respetaré, no las apoyaré. Pues al final del día son “acciones” de alcantarilla, y hago esta alusión porque justamente ahí ira a parar el agua que se llevará esos “valientes” actos de rebeldía.
Más allá de un solo elemento, aún nos queda lo de mayor importancia, la claridad política de las masas que acuden fervientemente a estas demostraciones de reivindicación popular, y lo digo sin el mayor afán de menospreciar o satirizar la intención que muchos de los presentes aún imprimen en cada paso, en cada palabra o en cada consigna que con el mayor cúmulo de esperanza vislumbran en el porvenir de la masa obrera y de pueblo en general.
Sin embargo las manifestaciones reivindicativas son “express”, de corta duración o de poca profundización, y esto nuevamente responde a múltiples factores y problemas –lo menciono para que mis detractores o colegas tenga un festín de discusión- pero no se puede justificar la carencia con la ignorancia, pues al final de cuentas tan solo sería un excusa, un monumento a la mediocridad.
Como siempre digo, palabras vienen y palabras van, pero al final la lucha queda igual. Y es justamente por esa razón, que deben estar constantes las autocríticas –que distan mucho de las críticas venenosas, aclarando eso por aquello de las malas intenciones- para clarificar el sendero, sincronizar los esfuerzos y dirigir las luchas, en un intento más de consolidar las masas en una lucha con posibilidades reales y cuyo objetivo no sea únicamente figurar en la televisión.
Por una reivindicación cotidiana del sector obrero y del pueblo en general, debemos recordar a los predecesores de las gestas históricas con esfuerzos, concesos y luchas fieles, no solamente con días festivos, consignas añejadas y falsos patriotismos.
Por tal motivo es necesario exacerbar las bases populares, pero no con mentiras y patrañas enlatadas, sino con argumentos y enseñanzas, con liderazgos jóvenes y capaces, con mentes abiertas, con genialidades que sean capaces de comprender que el mundo ha cambiado en los últimos 30 años y aunque los problemas también se han recrudecido es necesarios fortalecer la vanguardia con nuevas ideas, nuevos esfuerzos y nuevas expresiones de lucha.
Por las y los trabajadores de Guatemala y el mundo, que la mejor predica sea el ejemplo y la mayor fuerza la voluntad de los obreros!

Post scriptum: Al igual que la luchas las ideas se enfrentan a oposiciones y contraposiciones, las cuales serán bienvenidas si poseen argumentos y carecen de ofensas.