jueves, 7 de junio de 2012


Intolerancia y contradicción

Antes que nada debo disculparme con mis lectores, por la premura en que estas letras fueron escritas. Debido a la coyuntura de cualquier país del mundo, no es extraño que las ideas broten entorno a dichos fenómenos. Sin embargo, cuando me disponía a escribir sobre un tema cualquiera, un comentario escuchado por azares del destino o quizá por la premeditación cósmica, hizo girar mi atención hacia otro tema, fundamental y lleno de arquetipos falaces.

La homosexualidad más que un elemento “moderno”, debe ser abordado como una condición humana, pero no vista con compasión, repulsión o marginación, sino en todo caso con la óptica de diversidad, meritoria de respeto como cualquier otra.  Y es que estas líneas, para algunos quizá carentes de sustento teórico científico, surgen en el momento en que un fugaz comentario, con contenido altamente seudo-religioso, atravesó la atmósfera de un tranquilo y rutinario paseo en  un bugs de servicio público.
Cuando mi mente, divagando con cualquier trivialidad imaginable en una ruta con embotellamiento vehicular, escuchó el comentario feroz, impulsivo y casi mesiánico de un muchacho de aproximadamente 25 años, quién se hacia acompañar de una muchacha de similar edad, expresara las condiciones divinas que condenan a las personas “raras” (homosexuales) al desamor, ira y exclusión de un dios occidental, generó que me cuestionara dos elementos fundamentales. ¿Quién le habrá dado la potestad a cualquier ser humano formado dentro de la cultura occidental para interpretar de manera correcta e inequívoca la palabra de un ser intangible denominado Dios? ¿Y es que acaso existe una condición que permita sobreponer una doctrina que promulga el amor, como eje fundamental de su existencia, para la exclusión y marginación de seres humanos con diferente orientación sexual? Desde la óptica personal me resulta contradictorio que se promulgue el amor a través del rechazo, la humillación e incluso la aplicación de violencia y ofensas contra cualquier ser humano.  Y es que la doctrina cristiana occidental, en casi todas sus vertientes, profesa el amor y el perdón, y nos manda incluso a aceptar un tormento terrenal que garantiza un bienestar espiritual, pero que adolece de la tolerancia necesaria para aceptar diversidades sexuales, con la amplitud que esto implica.

El segundo elemento cuestionable es el machismo, el mismo elemento añejo y pernicioso de las sociedades, empleado como un disfraz para pertenecer a una sociedad que rechaza lo diferente, lo diverso, todo aquello que no se acopla a lo “socialmente” establecido. Al respecto, recordaré un comentario tan banal y rígidamente estructurado esbozado por el muchacho de cuya conversación surgió el presente escrito. De manera memorística y perfectamente articulado el joven declamaba los versículos del texto sagrado que, según él, condenaban a los homosexuales, lesbianas y cualquier otra persona con diferente preferencia sexual, a un castigo eterno; expresando en su argumentación que: “no es normal que a un hombre le gusten las flores, o que sepa decorar nada; si lo hace definitivamente es hueco” (término peyorativo utilizado en Guatemala para referirse a una persona homosexual). Es decir, la conducta del hombre, y de manera implícita la de la mujer, están socialmente pre fabricadas, y cualquier conducta, opinión o postura que se aleje de ella resulta siendo “rara”.

Para no ahondar en más detalles, que pueden ser debatidos desde muchas ópticas, expresaré que en ese momento justo, cuando el bus se detuvo en una parada solicitada, una sensación de cólera y frustración se apoderó de mi, porque comprendí que en esta aldea mundial, existen personas obcecadas, que privilegian más ideas que jamás han cuestionado y las anteponen a la misma dignidad humana.
Quizá las ideas expuestas anteriormente son muchas y muy dispersas, quizá se esté a favor o en contra, pero como siempre digo, no soy dueño de la verdad, sino un mortal que la intenta buscar.  Las ideas y las críticas siempre serán bienvenidas, porque de la interacción entre dos o más personas, la ganancia siempre será el conocimiento adquirido.

PD. Este artículo responde más a una mera necesidad de expresar mi opinión, que a los rígidos parámetros de la formalidad literaria.